Nombre del Yacimiento:
Camino del Borrocat (Elche, Alicante)
Dirección del Proyecto:
Arquealia S.L.-Jesús Moratalla
Institución Promotora:
Aigües d’Elx
La excavación Camino del Borrocat ha supuesto el descubrimiento de la que, muy probablemente, constituya la principal necrópolis de la colonia de Ilici, con una cronología básicamente coincidente con sus momentos de esplendor y una localización a extramuros del pomerium acorde a los patrones habituales. De hecho, estamos convencidos de que dicha área funeraria se extiende a lo largo de una de las vías principales (kardines) de la colonia romana Iulia Ilici Augusta —sino es la propia Via Augusta—, elevada a la categoría de colonia en torno al 27 a. C. y sirviendo ésta de escaparate público para los allí enterrados y sus familias.
La intervención arqueológica, realizada al compás de una obra pública, con todo lo que ello implica de someterse a una rígida restricción espacial —nunca ha superado los 3 m de anchura —, permite no obstante percibir la existencia de un camposanto con una característica disposición alargada siguiendo, durante no menos de 180 m, el trazado de la conducción de aguas que dio pie a la excavación. Se han excavado, además, otras tumbas dispersas a lo largo del camino, mediando 1200 m entre la más septentrional y la más meridional. E igualmente se han documentado tumbas por debajo de la actual carretera, luego ésta no fosiliza el viario antiguo, que debe situarse fuera del área excavada, presumiblemente hacia poniente.
En total se han detectado 76 inhumaciones, no todas excavadas, lo que da una idea de la notable importancia del área cementerial hallada. Se documentan, además, distintas evidencias constructivas —un mausoleo de mampostería, una construcción absidal o estructuras de cal y canto—, así como áreas con notables concentraciones de material arqueológico, que interpretamos como silicernia, o banquetes rituales efectuados durante los distintos enterramientos. Una revisión preliminar de los materiales obtenidos permite situar la necrópolis entre los ss. I y IV dC, sin que resulte imposible que comience en el s. I aC ni que tuviera un uso más prolongado ya en pleno s. V dC.
Las tumbas no son ni monumentales ni especialmente ricas en cultura material, aunque aportan datos de alto valor cualitativo, especialmente en cuanto al posible origen itálico para, al menos, parte de los inhumados. Se han excavado en total 61 Puntos, de los que 6 serían estructuras constructivas y los 55 restantes fosas de enterramiento, 3 de las cuales son tumbas dobles, lo que ofrecería un total de 60 inhumaciones. El contenedor es sencillo, pues la fosa se erige como el tipo abrumadoramente mayoritario, siendo escasos otros tipos (se cuentan, sin considerar el mausoleo, 5 fosas cubiertas con tegulae a un agua, 3 cistas de mampostería y dos fosas cubiertas con losas). La tumba canónica sería una inhumación en posición de decúbito supino, con o sin ataúd, orientación norte-sur, con leve inclinación de 5° al NO-SE, cerca de los 7’5° de desviación de la pertica de Ilici, cabeza al norte, brazos cruzados sobre pecho o vientre y ajuar a los pies y junto a la cabeza. No existen otros elementos constituyentes, a excepción de dos de ellas, que mantenían una señalización vertical, en un caso un bloque con aspecto de losa y en el otro un fragmento de pilastra reutilizada para tal fin, lo que permite deducir la existencia de una construcción funeraria anterior con tal elemento.
En cuanto al contenido, 18 tumbas han deparado elementos del ajuar funerario (31 % del total), anotándose como dato de interés que todas las de tegulae cuentan con ajuar. Son elementos de uso cotidiano, y entre ellos contamos con cuencos, platos y jarras de cerámica común romana, ollas de pasta gris o una tapadera de cerámica de cocina, todos ellos relacionados con la ingesta de líquidos y sólidos realizada al socaire de un enterramiento. Además, se contabilizan cuencos y platos de sigillata Clara A y de las producciones africanas de cocina. Junto a ellas, en cuatro tumbas se han localizado piezas de vidrio, hay varios anillos y en otras dos se hallaron respectivamente una campanita y dos cuentas tubulares de bronce; finalmente, se contabilizan hasta 17 monedas, 8 de ellas en enterramientos, todavía pendientes de restauración.
La sencillez de los ajuares sólo se ve alterada en tres casos: los Puntos 14075, 16040 y 17040. Esta última, un enterramiento infantil, ha deparado el hallazgo de una lucerna de disco, un disco de plomo decorado y un objeto de hueso todavía por identificar, además de definir una perfecta cista de mampostería señalizada al exterior. El ajuar funerario del punto 14075, un enterramiento doble, deparó el hallazgo de 9 lucernas, fragmentos de huevo y un sorprendente, por inusual, raspador de sílex, además de una copa de vidrio. Finalmente, la tumba 16040 se erige como el enterramiento más singular de toda la necrópolis, además de ser la más antigua en la columna estratigráfica excavada, pues, además de una olla gris y una moneda, contaba con 34 lucernas de disco, algunas primorosamente decoradas, hecho para el que no hemos encontrado paralelos.
Aparte de estas evidencias, la excavación ha constatado varias áreas de banquete, donde se acumulan sedimentos de variada procedencia que alojan un muy numeroso y variado registro material. Estos silicernia se concentran, sobre todo, en el entorno inmediato del mausoleo, datos ambos que vienen a certificar que la zona central del área excavada concentra la actividad más intensa. Es de destacar la presencia de abundante fauna, y concretamente de restos de ganado suido, lo que los vincula con los rituales funerarios ligados a la porca praesentanea y los sacrificios y ceremonias relacionadas con la diosa Ceres. Este hecho plantea la razonable hipótesis de que los difuntos que gozaron de este ritual específico fueran de origen itálico, lo que convierte a los inhumados ahora documentados, o al menos a parte de ellos, en firmes candidatos a ser los colonos de la fundación de Ilici, o sus descendientes, aquellos Balearicus, Icositanus, etc, que se repartieron en época augustea las tierras del ager de Ilici. De hecho, el ritual, el tipo de tumba, su orientación y ese regusto itálico desde sus orígenes (el banquete de la porca praesentana aparece en la base de la estratigrafía), recuerda las tumbas de Valentia.
Esta hondonada central debe definir, pues, el área nuclear de la necrópolis, a partir de la cual se va extendiendo hacia el sur y hacia el norte, y en efecto puede percibirse que, conforme nos alejamos del mausoleo, las inhumaciones se datan ya a partir del s. III dC. La estratigrafía refleja en este punto una columna que alcanza 2’30 m de altura, conteniendo una alta densidad de enterramientos superpuestos. La cima de esta secuencia prácticamente la ocupa el mausoleo referido, así como un segundo edificio de planta parcialmente absidal, por lo que ambos constituyen evidencias de la fase más reciente de la necrópolis. Por debajo de las tumbas aparecen coladas de finos limos que evidencian el hidroformismo de la zona, que debió servir de acicate para establecer aquí el umbilicus de la necrópolis.
Sobre el mausoleo, es un monumento de 4’6 x 2’6 m, con muros largos de 34 cm de calibre y cortos de 77, en total una estructura de 140 pies cuadrados romanos. De mampostería escuadrada, especialmente en las esquinas, estaría enlucida y recubierta de un revoco pintado, al menos, en rojo y blanco. Destaca el considerable espesor de sus muros, a excepción del oriental, donde se dispone un vano de 1,5 m (5 pedes), el doble de sus muros. Es un tipo habitual entre las construcciones funerarias romanas, pues el segmento con un tamaño de 100-200 pies cuadrados representa casi la mitad del total de documentados en Hispania. Debe ser un panteón familiar, probablemente de un linaje con poder y prestigio en la colonia. En su interior, muy expoliado, se hallaron sólo restos de dos individuos, depositados en paralelo. Encima de los mismos se documentan fragmentos de sus cubriciones: trozos de cupae structile elaboradas con una mezcla de mortero de cal, guijarros y piedra, con su superficie exterior alisada y pintadas de tono rojo bermellón. Este tipo de sepulturas, de clara influencia norteafricana, alcanzan su mayor difusión en los siglos II-III d.C.. A falta del estudio del monetario, debió construirse en un momento avanzado del siglo III d.C., estando en uso durante la siguiente centuria. Posteriormente, y ya horadando incluso los niveles de derrumbe del mausoleo, se documentan varias fosas con inhumaciones infantiles, lo que querría decir que la necrópolis perduraba aun cuando el monumento estuviera arruinado.
Bibliografía destacada:
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