Nombre del Yacimiento:
Tossal de la Cala (Benidorm, Alicante)
Dirección del Proyecto:
Feliciana Sala, Jesús Moratalla y Sonia Bayo
Institución Promotora:
Excmo. Ayuntamiento de Benidorm.
El Tossal de la Cala es una abrupta eminencia costera de más de 100 m de altura que cierra la ensenada de Benidorm por su poniente, dibujando una silueta icónica en la costa y dejando a su abrigo a la pequeña cala de Finestrat. Sobre él se levantó ex novo un recinto de 0,5 ha de extensión, ubicado en la umbría y delimitado por una muralla levantada en sus vertientes norte y oeste. Su acceso es complicado dada la acusada pendiente de la ladera, imposible para vehículos a ruedas, por lo que está claro que en su elección primaron las bondades estratégicas del cerro.
Otros dos hitos localizados en su entorno acompañaban hace décadas a este yacimiento, hoy desaparecidos pero que conviene recordar para entender el protagonismo de este paraje en el poblamiento antiguo. Sólo J. Belda, el primer excavador del conjunto en los años 40 del pasado siglo, los conoce de visu. Uno de ellos definía una probable área sacra sobre un pequeño cerro cónico de unos 41 m de cota que se alzaba a los pies del Tossal, junto al cuartel de carabineros que allí existía. En él se localizaron pequeños depósitos de materiales dispersos por la ladera norte, entre ellos varios pebeteros de cabeza femenina, un registro que parece convenir a un área cultual. El segundo, la “factoría colonial”, se situaría a unos 100 m al sudoeste del santuario, sobre un terreno alargado y elevado de unos 30 m de altura; de él dirá Belda que era un asentamiento fortificado con una “doble muralla”, “sembrado de fragmentos cerámicos correspondientes a los siglos IV y III a.C.”.
Por encima de ellos se alzaba el núcleo fortificado que ahora nos ocupa, interpretado como un poblado ibérico tardío de los siglos II y I a.C. por quienes lo investigaron sucesivamente (M. Tarradell, A. Ramos, E. Llobregat y F. García Hernández), dada la presencia de cerámica campaniense A y B y la ausencia de sigillata. Sin embargo, distintos trabajos realizados desde 2010 por un equipo dirigido por F. Sala vienen a redefinir su naturaleza, enmarcándolo en las luchas romanas conocidas como guerras sertorianas (82-72 aC), presentes en el litoral alicantino.
De la muralla se han exhumado casi 50 m de trazada, asentándose sobre la roca hacia la cota de 92 m en su extremo oriental y en la de 80 en el occidental, por lo que se deduce una pendiente del 12 % para el plano inclinado del asentamiento. Presenta una sencilla fábrica con doble paramento de mampostería de piedras más un relleno interior, con bloques de labra y tamaño desigual, apenas dispuestos en hiladas horizontales y trabados con calzos y tierra. El relleno es una mezcla heterogénea de tierra, gravas, guijarros y cerámica, entremezclados con tierra oscura de traza arcillosa, lo que recuerda la técnica del emplecton. El paramento externo conserva una altura máxima de 0,91 m, y su grosor, irregular, tiende a concentrarse en torno a 1 m. La dirección del trazado tampoco resulta completamente rectilínea, pues se identifican varios giros en su recorrido, adaptándose a la topografía del escarpe rocoso.
A partir de este encintado se define un asentamiento con planta de tendencia rectangular, alargada más de 100 m, con los cuerpos de fábrica dispuestos en perpendicular a la muralla. Las pautas constructivas despliegan, entonces, una gran sabiduría técnica al “coser” el lienzo de muralla con los muros medianeros de las dependencias interiores, buscando reforzar la estabilidad del conjunto y actuando dichos muros como tirantes de claro carácter estructural. Se trata de una factura de cierta complejidad técnica, que requiere de profundos conocimientos arquitectónicos. Los muros medianeros muestran un doble paramento de un grosor medio de 0,45 m –la mitad que la muralla–, con bloques medianos y pequeños, levemente desbastados y trabados con tierra, que asientan directamente sobre la roca o bien sobre una capa de regularización de barro y guijarros. No es una obra homogénea en cualquier caso, pues apenas se aprecian hiladas regulares y la mampostería es muy variada.
Atendiendo al juego de escaleras y dependencias comunicadas por vanos podemos diferenciar dos modelos constructivos. El primero está constituido por dos-tres espacios alineados en un eje axial norte-sur, uno a continuación del otro, generando una construcción estrecha y alargada prácticamente a dos alturas, de apenas 3 m de luz por una profundidad en torno a 7 m. No se perciben otras infraestructuras, salvo algún banco o rinconera, por lo que entendemos que su funcionalidad debió ser parecida en todos los casos. A las estancias profundas, necesariamente oscuras, se accede por estrechos pasillos descendentes, provistos de escaleras realizadas con mampuestos grandes. Dichos pasillos-escalera arrancan desde la calle, marcando los vanos en las fachadas. Es la “calle alta” identificada por Tarradell y Ramos en 1956, que el segundo describe como “empedrada” y con 1,90 m de anchura.
Un segundo tipo constructivo se establece en función de la circulación que implica la existencia de umbrales interiores, de unos 80 cm de luz, entre algunos departamentos pegados a la muralla, imponiéndose en este caso una circulación paralela a la fortificación. Estos conjuntos son de mayor tamaño (55-60 m2), por lo que se atisba en ellos una diferente funcionalidad. En algunos se detectan restos de pavimento, a modo de superficie plana de tierra dura y apisonada de 1-2 cm de grosor.
Este conjunto de datos arquitectónicos, unidos a una cultura material donde es mayoritaria la producción importada, especialmente itálica, frente a la ibérica, conducen a redefinir el asentamiento como un castellum romano. Las pautas arquitectónicas descritas y el probable uso de un sistema de medidas específicamente romano para construir el fortín, así como la existencia de un ajuar de la primera mitad del siglo I aC relacionado con contextos militares romanos, abogan por esta definición. Y, en fin, su naturaleza, posición geográfica y datación permite proponer su construcción y ocupación por parte de contingentes romanos, al menos en parte, al servicio de la causa de Sertorio, en el contexto de las guerras civiles que le enfrentaron a Sila.
Bibliografía destacada:
Bayo, S. 2010: El yacimiento Ibérico de “El Tossal de la Cala”. Nuevo estudio de los materiales depositados en el Marq correspondientes a las excavaciones de José Belda y Miquel Tarradell. Serie Trabajos de Arqueología del MARQ, 1, Alicante.
Bayo, S. 2018: Contestania ibérica en los siglos II-I a.n.e.: poblamiento y romanización, Tesis doctoral publicada en el Repositorio Institucional de la Universidad de Alicante (RUA): http://hdl.handle.net/10045/99256.
Sala, F., Abad, L., Bayo, S. y Domenech, C. 2014: “Las huellas de las guerras sertorianas en el sureste de Hispania”, F. Cadiou y M. Navarro (eds.), La guerre et ses traces dans la péninsule Ibérique. Conflicts et Sociétés en Hispanie à l’époque de la conquête romaine (IIIe-Ier siècle av. J. C.), Ausonius Mémoires 37, 181-202.
Sala, F., Bayo, S. y Moratalla, J. 2013: “Dianium, Sertorio y los piratas cilicios. Conquista y romanización de la Contestania ibérica”, A. Álvarez-Ossorio, E. Ferrer y E. García Vargas (eds.), Piratería y Seguridad Marítima en el Mediterráneo Antiguo, Spal Monografías XVII, Sevilla, 187-208.
Sala, F., Moratalla, J. y Abad, L. 2014b: “Los fortines de la costa septentrional alicantina: una red de vigilancia de la navegación”, F. Sala y J. Moratalla (eds.), Las Guerras Civiles romanas en Hispania: una revisión histórica desde la Contestania, Marq-Universidad de Alicante, 79-89.
Sala, F. y Moratalla, J. (eds.) 2014: Las guerras civiles romanas en Hispania. Una revisión histórica desde la Contestania, Alicante.
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